✨ 1. La maternidad de Instagram es divina…
Bebés dormidos sobre muselinas de lino, con luz dorada de atardecer.
Madres peinadas, con sonrisa de anuncio y café en mano.
Casas blancas, silenciosas, con plantas vivas (sí, vivas).
Frases como “cada día con mi bebé es un regalo”.
Sí, claro.
Un regalo… con cinta adhesiva, sin ticket de devolución, y que grita si lo dejas en la cuna.
🙃 2. Y luego está la maternidad real:
Te levantas con el pelo en modo “gárgola medieval”.
Tu bebé lleva el body del día anterior, tú no recuerdas cuándo te duchaste.
Hay papilla en el techo y puré en tu sujetador.
Lloras de cansancio… y al minuto siguiente lloras de amor.
Y eso, amiga, no tiene filtros bonitos.
Pero es la verdad que nos une.
📉 3. El efecto redes: comparación, frustración y culpa
Deslizamos el dedo viendo madres que parecen tenerlo todo controlado…
Y tú, que acabas de desayunar las sobras de una galleta mordida, piensas:
“¿Lo estoy haciendo mal?”
No, lo estás haciendo humano.
🎯 4. La maternidad real no es estética. Es épica.
Es épica como Frodo subiendo al Monte del Destino, pero con un bebé colgado de la teta y una mochila llena de toallitas húmedas.
Es:
Amar aunque no hayas dormido.
Sostener aunque no te sostengan.
Acompañar aunque no sepas muy bien a dónde vais.
📲 5. ¿Y si empezamos a compartir lo feo también?
Lo real.
Lo que no sale en stories.
Lo que nadie imprime en tazas de Mr. Wonderful.
La rabia de no poder más.
La culpa que a veces no te deja respirar.
El miedo de criar a alguien sin perderte tú.
Porque eso también es maternidad.
Y merece espacio. Merece tribu.
💬 6. ¿Te animas a contar lo que nunca publicaste?
¿Cuál fue ese momento desbordante que luego te hizo más fuerte?
¿Cuándo lloraste y luego te reíste de lo surrealista de la escena?
¿Tienes una anécdota que NO saldría en Pinterest?
Compártela aquí.
Rompamos el filtro y abramos el corazón. Aquí nadie finge.